Julia despertó
algo desorientada. Unos rayos de sol se colaban entre las contras de madera de
la ventana. Vio la maleta sin deshacer y se dio cuenta que había soñado de lo
lindo pero no recordaba todos los detalles. No era la primera vez que se
despertaba como si hubiera visto una película entera siendo la protagonista, y
se iba acordando de las secuencias a lo largo del día. Meneó la cabeza. Notaba
que podría dormir un par de horas más pero deseaba que empezara ya el día. Miró
su móvil, las 9:40. Se incorporó hasta quedar sentada en la cama y se estiró. Lo
primero que hizo fue abrir la ventana y contemplar el pueblo. La casa que habían
elegido era sin duda perfecta. Se podía ver todo el pueblo, dos de las playas y
el puerto.
Escuchó
traqueteo en la cocina y olía a café. Vio la puerta del armario entreabierta y
le dio un golpecito con la cadera al dirigirse hacia la cocina.
-¿Te he
despertado?- dijo Aurora en tono bajo, mientras sonreía.
-No
para nada, han sido las ganas de empezar el día – Julia se metió en la cocina
para echarle una mano. Llevó tazas a la mesa y llenó el azucarero.
No
pasaron dos minutos hasta que la puerta de la compañera que faltaba se abrió y
la joven apareció por el pasillo con una gran sonrisa y la melena alborotada.
Victoria
imitó exagerada el caminar por una pasarela- ¡¿Preparadas para empezar la
aventura?!- y terminó sentándose y riendo.
Cuando
las tres estuvieron con el café y las tostadas delante, Julia propuso: Podríamos
pasar la mañana en la playa de las Medusas, es una cala pequeña que está
saliendo del pueblo.
Las
chicas asintieron entusiasmadas y se pidieron turnos para la ducha. Victoria
había sido la más rápida, asique Aurora y Julia fueron deshaciendo las maletas.
El sol empezaba a quemar ya temprano. Les esperaba un día estupendo.