1.Los recuerdos
Era sábado. La semana había salido bien. Sus últimos
exámenes la habían encerrado en la biblioteca y ahora se merecía un descanso.
Unos días de playa, paseos y fiesta, con sus amigas.
Llevaban esperándolo desde mediados de curso, cuando su
amiga Victoria vio por casualidad un vuelo de ida y vuelta a Cerdeña. Podrían
celebrar que habían terminado el segundo curso en la universidad, pero lo que
Julia más esperaba era estar a solas con sus dos amigas. Sin nada en lo que
pensar. Sin recuerdos dolorosos. Ellas solas, como antes. Ya hacía dos
años de aquello, ya era hora de divertirse y seguir adelante.
Julia Bolem vivía en Lorian, un barrio tranquilo de la ciudad de Klowoon. Sus padres
compraron una casa allí cuando ella tenía 3 años. Aprendió a andar en bici por
sus tranquilas calles, pudo tener mascotas y hacer grandes fiestas de
cumpleaños. A Julia le encantaba vivir allí.
Su amiga Victoria vivía dos casas
a la derecha, cosa que ayudó a que se convirtieran en inseparables desde niñas. Aurora fue
la última en unirse al grupo, su familia se había mudado hacía unos cinco años.
Aunque desde el principio pareció que se conocían de toda la vida.
Pero lo mejor de vivir allí había sido conocerla a ella. Su mejor recuerdo. Sus mejores momentos. Su alma gemela. Sara. Habían crecido juntas, habían planeado sus vidas una
con la otra. Incluso llegaron a parecerse en los gestos, el corte de pelo, la
ropa. Siempre decían que no solo serían amigas, serían hermanas. Intentaba no pensar en ella, pero a veces las imágenes
venían sin más. Recordó aquel momento en el que estaba allí de pie, el cielo a
punto de llover, apretó los labios y, sin estar muy segura, pegó el primer
cartel de se busca. Recordaba cada detalle y al mismo tiempo no recordaba nada. Le costaba saber si
ciertas cosas habían sucedido o no. Como cuando rememoras una pelea de la que
ya no recuerdas el porqué. Sea lo que sea, había cerrado el capítulo. Había
decidido olvidar todas las preguntas, pero nunca olvidarla a ella.
Sonó el timbre del teléfono. Julia bajó las escaleras hasta
el descansillo y miró el salón. Su madre no estaba. Cuando llegó a la base,
descolgó el inalámbrico negro que habían instalado hacía unas semanas.
- ¿Diga?
Al otro lado del teléfono le habló una voz cálida
de mujer:
-Hola, ¿Julia Belmer?, le llamo de la oficina de recursos humanos
del Museo de Arte de Klowoon, - A Julia empezó a latirle el corazón.- Hemos
recibido su petición para unas prácticas en nuestro departamento de
restauración y conservación de obras. Debido a un error de papeleo hemos tardado en ponernos en
contacto. Nos gustaría saber si sigue interesada en el puesto.
¿Un verano de prácticas remuneradas en el Museo de Arte? Era
lo que había deseado durante todo el curso. Por fin, después de tanta súplica
lo había conseguido.
Tras unos minutos más preguntando detalles, tenía oficialmente su primer trabajo, porque cuidar al hijo de la señora
Meipher no cuenta. Podía irse de vacaciones más feliz si cabe.
Julia pensó por
un momento en como se sintió hace dos años allí, en el mismo lugar, frente al
teléfono. Había sentido ganas de gritar, de correr, pero su cuerpo no le
dejaba, estaba inmóvil. Pensó en como cambian las cosas, en la felicidad que
ahora la inundaba, en sus ganas de saltar, en la sonrisa enorme incapaz de
aguantarse, sus ganas de correr. Pensó que ahora sí podría hacerlo. Ahora sí.
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