lunes, 16 de septiembre de 2013

El principio del viaje

Tres maletas en un taxi la madrugada de un martes hacia el aeropuerto. Tres chicas y unas merecidas vacaciones por delante. Serían tres maneras muy distintas de vivir un viaje, cada una por una razón, y las tres necesitaban aquello. Julia las miró y sonrió. La primera en devolverle la mirada fue Aurora.

Aurora Hellen había crecido, siendo la pequeña, en una familia grande y humilde. Había heredado horribles jerséis de sus hermanas, libros dibujados de su hermano y la bici vieja de su padre. Claro que también había heredado la belleza de su madre. Era alta, su pelo era castaño, tenía los ojos verde oscuro y la piel dorada.

Aurora se mudó al barrio de Lorian a los 12 años. Cuando habían metido en su nueva casa todas las cajas, y se disponía a desembalar todos los trastos de su cuarto, aparecieron Julia y su madre. Después de las presentaciones enseguida se prestaron a ayudar. Desde aquel día habían compartido miles de momentos juntas. Algunos muy buenos, y otros no tanto. Tres años después de conocerse, el padre de Aurora falleció. Julia solo recordaba ver llorar a su amiga y como intentaba animarla. Aurora aún recuerda las muchas noches que Julia pasaba a su lado, consolándola, las veces que la animó a seguir estudiando y como la hacía reír cuando solo quería llorar. Pronto supo que Julia sería su amiga para siempre.

Deseosa de empezar a olvidar todo aquello. Julia se fijó en la piel morena de su amiga Victoria. Pensó que en unos días las tres lucirían bronceado, irían de fiesta en fiesta, descansarían, pero no contaba que hablasen del pasado. Nunca lo hacían. 

A unos metros ya se veían las luces del aeropuerto, “unas horas”, pensó.

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